Reflexión 25 de Octubre 2020
“En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4. 8).
Cuantos hoy viven la realidad del temor y la inseguridad. La inédita experiencia de una pandemia mundial solo era posible verla en una película de ciencia ficción, sin embargo, la humanidad hoy se desenvuelve en una tragedia no sólo en la salud de la población, sino también en la estabilidad social, e incluso en la economía de las personas. Además, y en pro de la transparencia, los medios masivos de comunicación, cómo también las redes sociales, generan nocivos efectos en la ciudadanía produciendo una creciente inseguridad y temor: “Algo va a pasar”, “algo se aproxima”, “nada es seguro”, “todo es incierto”, y muchas veces caemos en ésta ansiedad y nuestra fe tambalea y se debilita. Si a lo anterior le sumamos la creciente violencia en nuestro país, la incertidumbre que provoca el resultado de un plebiscito, o las elecciones en USA, o incluso las consecuencias de la guerra entre Armenia y Aserbaiyán, sin duda que nuestra alma se siente afectada. La presión es fuerte y la incertidumbre se encarga de acrecentarla.
Pero el salmista nos llama a vivir su experiencia. Cuando muchos están pendientes de señales, de vaticinios, de pronósticos, él solo fija su mirada en su Señor. Él le hace vivir con confianza. Fíjese en la expresión “me haces vivir” que transforma a Dios en el origen y la causa exclusiva de su tranquilidad. Para el salmista, el Señor no es su “talismán”, no es su “animita” ni menos su “fetiche” y superstición. El Señor es quién le guía en su vida, es quién le provee, quién le cuida y sustenta, y le hace vivir en paz.
Es un verdadero testimonio de quién es Dios para él. No es una relación unilateral ante un ser que no se manifiesta y que no responde. El salmista revela implícitamente que “sabe en quién ha creído”. Hay una experiencia y conocimiento de Dios que se ha ido desarrollando y fortaleciendo a través de una relación que ha mantenido con Él.
El apóstol Pablo también lo entendía así, y en medio de la tribulación lo expresaba de ésta manera, “Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado” (2da. Timoteo 1. 12).
La fe en Dios solo es posible tenerla en la medida que la fortalecemos en una relación de vida con Él. La certeza en Su palabra, en Su presencia, en Su dirección y protección, no obedece tan solo a un entendimiento intelectual de las cualidades de Dios, sino también a la experiencia diaria vivida con Él.
El salmista es categórico al expresar “sólo tú”, lo cual refleja indirectamente la frustración que, probablemente, ha tenido en confiar en personas, recursos, instituciones, “dioses”, etc. que no han provocado en él la paz y la confianza que su alma verdaderamente necesitaba. Pero “Dios” es diferente, es “el único verdadero” (Juan 17. 3)
Te animo a pedirle hoy al Señor que, al igual que el salmista, puedas disfrutar esta poderosa realidad en tu vida, “acostarte y dormir en paz” con confianza en Él. Pídele que te ayude a fijar tus ojos en Él de modo que esa paz que viene de Él, y que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4. 7), sea real en ti y puedas descansar en paz sabiendo que pase lo que pase, sea cual sea el resultado del plebiscito, lo complejo que continúe siendo la pandemia mundial, o las consecuencias de las elecciones presidenciales en USA, o las consecuencias de cualquier otro suceso, tú corazón pueda estar en paz porque no tiene temor de malas noticias. Cómo lo dijo el salmista: “Dichoso el que teme al Señor, el que halla gran deleite en sus mandamientos… No temerá recibir malas noticias; su corazón estará firme, confiado en el Señor. Su corazón estará seguro, no tendrá temor…” (Salmo 112. 1, 7, 8). ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.