Reflexión 31 de Julio 2020
“Luego de examinar la situación, me levanté y dije a los nobles y gobernantes, y al resto del pueblo: «¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor, que es grande y temible, y peleen por sus hermanos, por sus hijos e hijas, y por sus esposas y sus hogares». (Nehemías 4. 14)
El texto de hoy corresponde a un episodio en la vida de Nehemías, copero del rey persa Artajerjes, quien lideró la reconstrucción de las murallas de Jerusalén. Si bien él se encontraba a cientos de kilómetros de esta ciudad, sintió la carga y el compromiso de hacer algo para recuperar la dignidad de su Dios, de su pueblo y de su país.
Para los judíos, Jerusalén era de gran importancia pues ella era la ciudad de Dios donde se encontraba el Templo, y el tener los muros y puertas destruidos la exponía al pillaje, a la invasión e incluso a la burla de sus enemigos quiénes podían decir “su Dios no ha sido capaz de protegerlos y cuidarlos”.
Nehemías regresa a Jerusalén y lidera la reconstrucción. Pero es resistido y debe enfrentar la amenaza de los enemigos de Judá que querían impedir la reconstrucción de los muros y puertas de la ciudad. Y es en éste contexto que éste hombre en virtud de su incondicional fe en Dios, de su experiencia con Él, y consciente de lo que debía hacer, arenga a su pueblo como el texto de hoy lo relata.
Pero la lectura cuidadosa de éste texto nos enseña que la calidad de la fe de Nehemías le llevaba a la acción, le impulsaba a hacerse cargo de lo que debía hacer ante Dios. No era una fe pasiva, supersticiosa, contemplativa, sino mas bien una fe activa y obediente, que se sustentaba en su convicción de la presencia y ayuda de Dios; la expresión que usa para animar a los suyos “¡Acuérdense del Señor!, que es grande y temible…”, así lo revela. Incluso esa certeza lo inspiraba para defenderse y resistir la amenaza.
¡Qué hermosa lección de fe, hermanos y hermanas! La “amenaza” y la “dificultad” que saca a relucir lo mejor de un hombre de Dios, de un hombre de fe, y no lo que muchas veces pasa en nuestras crisis y dificultades, en que aparece la duda, el desánimo, el pesimismo, incluso la osadía irreverente de creer en cierta intencionalidad de Dios para provocarnos.
Pero el texto nos muestra, además, la actitud mental de Nehemías ante lo que estaba enfrentando. La expresión “Luego de examinar la situación, me levanté y dije a los nobles y gobernantes…”, nos muestra que había reflexión y decisión en éste hombre. Su actuar no era fanatismo irreflexivo, muy por el contrario, se dio cuenta que debían enfrentar la dificultad con la motivación correcta: la ayuda y poder de Dios a su favor, y la necesidad de proteger a sus familias. La verdad que había mucho en juego.
Hermanos y hermanas queridos, roguemos hoy a Dios que nos ayude con su Espíritu a tener la misma actitud que Nehemías en nuestra vida, sabiendo que es el mismo Dios. Que ante las dificultades surja a relucir en nosotros una sólida y robusta fe en el Señor, que nos estimule a actuar decidida y sabiamente, considerando lo que el apóstol Pablo expresó “… Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra?” (Romanos 8. 31). ¡Amén! ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.