Reflexión 01 de Noviembre 2020

Te exaltaré, mi Dios y Rey; por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré; por siempre alabaré tu nombre” (Salmos 145. 1, 2)

Estamos hoy ante un corazón profundamente impactado por la realidad de Dios en su vida, se aprecia una conciencia de Él a toda prueba, hasta tal punto que le alaba y le adora porque lo ve cada día, y todo el día, en su vida. Dios es parte de su quehacer diario dándole protección, dirección y provisión; y desde su temor reverente le reconoce y le canta.

La motivación más profunda y que más moldea la vida de cada ser humano, debiera ser el temor reverente a Dios, porque fue diseñado para tener una relación espiritual significativa con Él. Pero este temor reverente, no es el pavor o el terror ante un Dios castigador, sino que es el reconocimiento, respeto y obediencia que brota de un corazón agradecido porque este Dios le cuida, le provee, le anima, le salva y le guía. Surge así, entonces, desde éste corazón un cántico de alabanza y adoración en gratitud por la fidelidad y misericordia de Dios, cómo David el autor de éstos versos.

En la vida de una persona ésta es la realidad que debe definir y darle forma a cualquier otra realidad. Debe ser lo que de algún modo motive todo lo que hacemos y decimos.

El temor reverente a Dios deber ser la razón por la cual decidimos pensar en lo correcto, en lo positivo, en lo virtuoso, en lo puro. Debe ser la razón por la cual anhelamos y deseamos aquello que edifica, que bendice, que restaura, que genera vida.

El temor reverente a Dios debe ser la razón por la cual trato a mi esposa con delicadeza y consideración, y a mis hijos con paciencia y dedicación.

El temor reverente a Dios debe ser la razón por la cual actúo de la forma en que lo hago en mi trabajo, o por la cual manejo mis finanzas de la forma en que lo hago. Debe estructurar la manera en que pienso sobre las posesiones materiales y la posición personal y el poder.

El temor reverente a Dios debe moldear y motivar mi relación con mi familia, parientes y vecinos. El temor reverente a Dios debe motivar y guiar la forma en que decido vivir como miembro de una comunidad con expresiones de solidaridad y generosidad por mi prójimo.

El temor reverente a Dios debe dar forma a la manera en que pienso acerca de mí y mis expectativas de los demás. El temor reverente a Dios me debe levantar de mis momentos más oscuros de desaliento y debe ser la fuente de mis festejos más exuberantes.

El temor reverente a Dios me debe hacer más consciente de mí mismo y debe hacer que me entristezca más por mi pecado, y al mismo tiempo más paciente con la debilidad de los demás, haciéndome más compasivo con ellos.

El temor reverente a Dios tiene que gobernar cada esfera de mi existencia.

Clamemos hoy a Dios, hermanos y hermanas, que nos ayude a ser sensibles a esta verdad, de modo de verle en cada dimensión diaria de nuestra vida y así glorificarle como David cantando también, Te exaltaré, mi Dios y Rey; por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré; por siempre alabaré tu nombre…” ¡Aleluya!

Pr. Guillermo Hernández P.